Sobre sarcasmos e ironias.

Creo que distintos momentos pueden ser catalogados bajo dos etiquetas. Los dulcemente irónicos y los amargamente sarcásticos. A mi me gustan ambos, pues en su conjunto forman una extraña montaña rusa de dulce y agraz. Si bien siempre los primeros son mejores, pues realizan una extraña mixtura de alegría, revancha y placer, los segundos, esos que duelen, molestan, destruyen sirven para apreciar más los primeros. Por lo demás creo que todo seria una soberana lata sin momentos malos.

El tema es que hay gente que no soporta los segundos, no aguanta los fracasos y terminan sucumbiendo ante estos sarcasmos e inundan las ironías. Y ya no quieren nada y creen que todo se viene abajo y no miran mas allá de sus narices. Eso es torpeza pura, pues hay que aprender a convivir con el puto sarcasmo de la vida para comprender de que se trata el cuento.

Con todo, he visto de cerca como la gente se hunde sola, justificando actitudes histéricas bajo el manto del enojo, del enojo con la vida, del enojo con el sarcasmo. Y no ven que el sarcasmo en parte lo tramaron ellos. He visto también de cerca que pierden perspectivas cuando disfrutan de la ironía, no recuerdan, olvidan y destruyen. Viven en sueños y nunca bajan. Esa vivencia tan frenética luego provoca los colapsos mas atroces, las iras mas viles, esas que dañan y duelen mas a ti que al resto.

Hay que tomarse las cosas con calma y en su justa medida. Revisar el daño causado y comprender que todos los hechos son consecuencia de una larga cadena de decisiones. Con todo, debemos hacernos cargo de esas decisiones. Solo así podemos disfrutar lo maravillo del sarcasmo y la ironía.

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